jueves, 12 de mayo de 2011

A contracorriente

Alguien me dijo que si no eres nadie sin una medalla, con una sigues sin serlo.

¿De quién fue la genial idea de creer que los premios o reconocimientos nos hacen mejores? ¿Acaso alguien que no ha tenido la oportunidad de ganar nada en su vida no merece ser considerado como bueno en algo? Quizá sea así a los ojos de los demás, pero en nuestro interior no sentimos habernos convertido en una persona maravillosa de la noche a la mañana, porque un premio, una medalla, un título... son únicamente una señal de que los demás se han dado cuenta (por fin) de algo en lo que tú destacas.
Obviamente, a todos nos gusta tener nuestro momento de gloria y sentirnos admirados y 'envidiados' por los demás en algún momento, pero tenemos que tener muy claro que eso no es lo más importante. Lo más importante, desde mi punto de vista, es que nosotros, interiormente, nos sintamos satisfechos de lo que hemos logrado y de lo que hemos hecho para conseguirlo. Si nuestro objetivo es una recompensa, la decepción será mucho mayor si no la conseguimos...
Tener la habitación o el despacho lleno de 'triunfos' no sirve de nada si no somos capaces de tener la humildad para reconocer que no lo habríamos conseguido solos y que siempre habrá alguien mejor que tú, y eso no te puede quitar el sueño.